Se dice que los antibióticos ejercen “presión selectiva” sobre las bacterias porque serán las cepas que adquieran resistencia las que podrán sobrevivir y reproducirse, de modo que aumentará el porcentaje de estos microorganismos, a la par que desaparecen las cepas sensibles.
Las bacterias presentan algunas características biológicas que les facilitan la adquisición de resistencia a antibióticos. En primer lugar tienen una alta velocidad de duplicación: muchas de las bacterias patógenas en humanos pueden doblar su población en apenas 30 minutos en medios de cultivo adecuados. Sin embargo, su sistema de reparación de ADN no está tan desarrollado como en eucariotas superiores y, como consecuencia, presentan una alta tasa de mutaciones espontáneas. Si, debido al azar, una de esas mutaciones les permite sobrevivir en presencia de un antibiótico, la misma presión selectiva de éste (mata a todas las sensibles) va a favorecer la aparición de una población bacteriana resistente.
Los mecanismos mediante los cuales las bacterias resisten la acción de un antibiótico son complejos, pero se pueden clasificar en dos grandes grupos:
Una vez adquirida, la resistencia puede diseminarse de dos formas: 1) la dispersión de una misma cepa resistente, o 2) la dispersión de los genes que la generan a través de elementos genéticos móviles como plásmidos, transposones e integrones, que facilitan el intercambio de información intra e interespecie.
Además, las bacterias resistentes pueden acantonarse en determinados reservorios de los cuales puede iniciar su diseminación al resto de la población. Como reservorios pueden actuar los animales de granja, determinados paciente multitratados con antibióticos, y ciertos centros o unidades como son las UCIs o los pacientes crónicos (5).